María Teresa Bistué
Rectora
ESEADE Instituto Universitario
Estas fechas especiales nos llaman a poner atención, detenernos y reflexionar. Es una oportunidad para celebrar la fuerza y la determinación de las mujeres que han desafiado estereotipos y normas sociales abriendo camino para las demás.
A nivel personal, para mí todos los días son días para trabajar por la superación de las personas y en especial las mujeres. Desde que realicé mis tesis doctorales sobre Liderazgo Femenino, tengo un foco especial en la mujer y participo en eventos y conferencias vinculados al tema desde donde me convocan. A lo largo de mi vida siempre he puesto especial atención en la formación y el desarrollo integral de las mujeres para que sean fieles a su esencia y elijan caminos que las lleven a la felicidad. Sin duda la mejor herramienta es la educación, en su concepto más amplio. Es el motor de cambio y transformación no solo a nivel personal, sino también organizacional y social.
Recordemos que las raíces del Día Internacional de la Mujer se remontan a finales del siglo XIX, con los movimientos de mujeres que luchaban por mejores condiciones laborales y el derecho al voto. Desde aquellos tiempos varias cosas han cambiado para mejorar la calidad de vida de las mujeres.
Uno de los logros más relevantes ha sido visibilizar las desigualdades que aún persisten en varios lugares del planeta. Otro ha sido, impulsar la lucha por la igualdad de derechos y oportunidades para todas las mujeres del mundo independientemente de sus condiciones ambientales. Es decir, tomar conciencia que los derechos humanos son para todos y si pretendemos un mundo inclusivo donde todos puedan desplegar sus talentos y vivir en una sociedad plural y en paz es necesario que haya equidad entre todos los individuos, hombres y mujeres.
Para mí el empoderamiento femenino es un proceso que las mujeres llevan adelante para ser más fuertes y tomar decisiones con sabiduría que les permitan tener el control de sus vidas. Se trata de que las mujeres alcancen su máximo potencial de acuerdo a su vocación.
Creo que la mujer ya está empoderada, nadie le tiene que dar el poder. Nosotras ya lo tenemos en nuestro interior por nuestra propia condición de mujer y de nuestra dignidad humada. Como yo lo veo es nuestra responsabilidad desarrollarnos y ocupar el lugar que queramos. No tenemos que pedir permiso o que alguien nos de nuestro lugar. Nosotras podemos ganarlo y construir nuestro camino, trabajar con ahínco y pasión para lograr lo que queremos en todos los ámbitos: personales, familiares, profesionales y sociales.
Por otro lado, más que de empoderamiento yo prefiero hablar de “inteligencia de género”. El gran objetivo en el mundo del trabajo por ejemplo es aumentar el IQ de las organizaciones y empresas. Aumentar el coeficiente intelectual y emocional, y eso se logra gestionando el talento, el femenino y el masculino. La clave está en la suma, en el complemento para generar sinergia. Gestionar desde las diferencias propias (mujer y varón) para buscar la igualdad de oportunidades en todos los ámbitos.
Como en cualquier cosa que emprendamos hay obstáculos a superar, pero ello no nos debe detener. Para el caso de la mujer podemos mencionar algunos ejemplos como la brecha salarial, falta de acceso a la educación en varias partes del mundo, violencia contra la mujer, discriminación en organizaciones privadas y públicas, falta de acceso a recursos como el crédito, el “techo de cristal” y aún con mayores consecuencias el llamado “techo de cemento”.
De todos los mencionados el que yo considero más difícil de sortear es este último, porque implica trabajar hacia adentro en un autoconocimiento profundo, para luego autogestionarse y permitirse tener éxito en todo lo que se emprende sin sensación de culpa por las decisiones tomadas. Tener confianza en sí misma, si las decisiones han sido a conciencia y buscando siempre el bien mayor que nos permite ser mejores para nosotras mismas y para los demás. Conocerse y autogestionarse implica si o si cambiar, ajustar lo que haga falta y es una tarea que no todas las mujeres están dispuestas a hacer. Cambiar requiere decisión y esfuerzo, trabajar y construir la autoestima.
Garantizar el acceso a la educación de todas las mujeres y niñas es un derecho fundamental y un imperativo para el desarrollo social y económico. La educación permite que todas las personas, independientemente de su género, origen social, etnia o discapacidad, tengan acceso a las mismas oportunidades para desarrollarse y alcanzar su máximo potencial.
Sin duda es necesario eliminar las barreras de todo tipo y en especial las económicas resulta central, una alternativa puede ser a través de becas o programas de ayuda.
Otro vector a trabajar es implementar programas de capacitación docente donde se ponga de relevancia la igualdad y cómo combatir la discriminación.
Es necesario mejorar la calidad de la educación con la inversión necesaria en tecnología para que llegue a todos los lugares y con las mejores estrategias de aprendizaje, con materiales y recursos didácticos adecuados a esta época.
Por otro lado, no puede ser solo una responsabilidad de las instituciones educativas, cualquiera sea su nivel, sino que es necesario el compromiso de la familia, es allí, a través de la crianza donde las niñas aprenden a ser respetadas, tenidas en cuenta y tratadas de manera equitativa.
Como ya he mencionado, considero que la educación es el motor de cambio, es la gran herramienta que abre puertas a todo lo demás como oportunidades de trabajo y participación en espacios sociales y comunitarios porque tendremos a una mujer formada, capaz y con las competencias necesarias para cualquier desafío.
La educación, además de preparar a las personas para el futuro ayuda a fomentar la tolerancia y el respeto por la diversidad, lo que es fundamental para construir una sociedad más inclusiva.
Por esta razón, no alcanza con la celebración de un día, sino que es un proceso en el cual todos los actores tienen que involucrarse y ser sostenido en el tiempo.
El mensaje más importante que quisiera dejar a las mujeres jóvenes es que tengan hambre de aprender, que no claudiquen en su obsesión por crecer y desarrollarse. La mejor inversión en tiempo y dinero es en la propia educación y capacitación. Siempre de manera integral, fieles a su esencia y su cualidad femenina, siendo íntegras, respetándose profundamente y con la energía y el valor para transformar cada desafío en oportunidad. La felicidad es una consecuencia, el resultado de ser coherentes entre lo que pensamos, decimos y hacemos, ser ÍNTEGRAS. Deseo que todas busquen la felicidad.
Sin duda el contexto puede ayudar o poner barreras, pero siempre la decisión está en el interior de cada mujer; sean fieles a su propósito de vida para ser mejores e impactar positivamente allí donde estén, con la humildad necesaria para pedir ayuda cuando la necesiten.